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Opinión | Dí que sí

por ACESCRITORES

AMELIA PÉREZ DEL VILLAR (*) 

En los últimos tiempos, desde que Barei se ganó por votación popular el derecho a representarnos en el eurovisivo festival de primavera, mucho he tenido que oír entre propios y ajenos sobre el hecho de que la canción de España (a propósito no digo “española”) esté en inglés. Mucho, y poco bueno, sobre todo entre colegas y compañeros a los que miro desde abajo, con respeto y admiración, pero con los que esta vez estoy en desacuerdo. Digo siempre que mi patria es mi lengua, máxima a la que perfectamente puedo dar la vuelta y afirmar, sin temor a equivocarme, que mi lengua es mi patria. En ella escribo, a ella traduzco, mi vida se reduce prácticamente a ella. La cultivo, la amo y la defiendo, intento cuidarla, impedir que se enferme y muera, que haya miembros, por insignificantes que sean, que caigan en el desuso o en la obsolescencia. La leo, la disfruto, la manejo, la tuerzo y la esgrimo. Defiendo siempre que la lengua es lo más grande que tiene un pueblo: la barbarie podrá destruirlo, quemar sus ídolos y demoler estatuas y templos, religiosos o paganos. Pero mientras quede un libro escrito en ella, un hablante que en ella se exprese, la lengua permanecerá y podrá propagarse.

perfil amelia pérez villarUn festival de la canción pop (y a propósito digo pop, y no “popular”, porque no es lo mismo) no es lugar para defender nuestro orgullo patrio a través de la lengua. Me explicaré, empezando por “lo pop”, término inventado para describir las corrientes de la contracultura que se fraguaron en la segunda mitad de los cincuenta y que alcanzaron su cenit en los sesenta. El pop, en arte, ya sea en música, pintura o literatura, con el cómic, es una manifestación generacional y supranacional, y por ende sus lenguajes, musical o pictórico, lo son también. Cuando hablamos de un festival de la canción pop como es Eurovisión, independientemente de que ya no sea lo que fue, el lenguaje que se maneja poco tiene que ver con el idioma. Veía hace poco un programa donde los componentes que nos quedan de aquel mítico Mocedades que quedó segundo con Eres tú hablaban de lo mucho que ha cambiado el concurso: cierto es, pero es la política y la tecnología lo que le ha cambiado. Antes las canciones y los vestidos que se lucían eran secretos como el de la novia hasta el momento de la boda. Ahora todo hay que votarlo, mostrarlo y decidirlo entre todos a través de las redes sociales. ¿Me gusta? A mí, no. Pero es el signo de los tiempos, y esto no voy a cambiarlo yo. El idioma es otra cosa. Con Eres tú quedamos segundos porque íbamos con un grupo de folk en un momento en que el folk era lo más, aparte del genio indiscutible de Juan Carlos Calderón como compositor. Es decir: cuando el folk es lo que impera, si se es un genio componiendo, uno puede hacer una canción universal. Pero han pasado cuarenta y tres años. No cito a Massiel y a Salomé que dejaron sus respectivos pabellones (está bien, el mismo pabellón, el español…) bien altos con sendas canciones (y diré también con sendos vestidos, una de Courrèges, francés, y otra del españolísimo Pertegaz… tampoco en esto tenemos que ponernos fundamentalistas: ¿no es mejor llevar lo mejor posible, venga de donde venga, que cualquier cosa con tal de que sea producto nacional?), en un momento en el que el entorno se prestaba, también a hacer pop en español. Han pasado más de cuarenta años, decía, y a partir de entonces… salvo aquella canción de Betty Missiego que cayó en gracia, el resto es casi todo para olvidar. Enviamos cosas españolísimas, a fe mía: Remedios Amaya (por cierto: cuando apareció descalza y el hecho fue tan comentado ¿nadie recordaba ya a Sandie Shaw, cuya Puppet on a String interpretó sin zapatos? Luego, por cierto, vendió una versión en castellano… Marionetas en la cuerda, ejem) y Pastora Soler, que no quedó demasiado mal. ¿Es esto lo que defienden quienes abogan por una canción en español? ¿O queréis eso otro que se llama “canción española”? El panorama musical español, hoy en día, no vive su mejor momento. ¿Y saben por qué? Una de las razones es que no se promociona la originalidad y la autenticidad, y eso perjudica en gran medida a los grupos que cantan en inglés. El inglés es la lengua del pop como el italiano y el alemán son la de la ópera, el portugués la del fado y el español con deje porteño la del tango. Que en un momento dado, cuando la música vive una edad de oro, se puedan hacer canciones excelentes en castellano, incluso canciones de las llamadas pop, es una cosa. Que se pueda hacer una canción pegadiza sin resultar ridícula, con los parámetros que se manejan hoy en día, para enviar a un festival de la canción, es otra bien distinta. No nos rasgamos las vestiduras cuando Rosa y sus chicos de OT defendieron (y dejaron el pabellón altísimo, eurovisivamente hablando) su Celebration. Tampoco cuando Ruth Lorenzo se lanzó con ese engendro bilingüe que a mí, sin embargo, me proporciona una urticaria mayor que una canción toda en inglés, y no hablo ya desde el punto de vista lingüístico o idiomático, sino musical: en la vida pondría eso en mi lista de Spotify, y creo no ser la única. Esto me lleva a pensar que son otros factores, siempre extramusicales, los que impulsan a esos detractores del inglés a exigir, o a desear, que España cante en español en el Festival de Eurovisión. Y eso me gusta aún menos. Tal vez debería darnos más vergüenza que la señorita que suelen poner para emitir el voto habla un inglés lamentable: a mí, que de pequeña veía Eurovisión –entre otras cosas– para aprenderme los números del uno al diez en inglés y francés, me la da. Una vergüenza inmensa.

El otro día, cuando Barei presentaba su vídeo en el centro de Madrid, la muchachada que esperaba para entrar a la sala coincidía al ciento por ciento con la que aparecería en un vídeo rodado en el campus de la Complutense: sabían la letra, conocían la coreografía… Vamos a enviar a Eurovisión a una cantante con la que nuestros jóvenes se identifican, a grandes rasgos. No a una folclórica (que no es lo mismo que una cantante folk) ni a un flamenco ni a un descompuesto, perdonen que aquí me desmelene, como aquel Chikilicuatre. Barei ha compuesto ella misma su canción, junto a su novio, Rubén, al que invitó a subir al escenario. Y aquí veo otro mensaje positivo que enviamos a nuestra juventud: una mujer independiente, que lleva la voz cantante, nunca mejor dicho. Decía un cantante poco eurovisivo que las chicas ya no quieren ser princesas: desde luego, las cantantes ya no quieren ser folclóricas con un compositor y una madre que les lleve el yogur. Y las cantantes españolas cantan en inglés porque pertenecen a una España que, aunque debería serlo mucho más, ya es políglota, multicultural e internacional. ¿Que para ello hay que cantar en inglés? En Eurovisión sí, señores míos. Como hizo ABBA. ¿Y cuándo han dejado ABBA de ser suecos de pro, y de llevar a Suecia por el mundo, cantando en inglés? España en Europa ha de ser ella entera, no una región. Y ha de ser ella como es hoy, y como queremos que sea su proyección de futuro. Su representante en un festival de la canción europeo ha de ser un joven que represente a la juventud de hoy, no a las jovencitas de posguerra que querían ser tonadilleras, que eso ya nos queda muy, muy lejos. Hoy en día no hay cabida para un pop cantado en castellano como el que glorificaron los Brincos, qué le vamos a hacer. Y la culpa no es ni de los grupos ni del idioma, sino del medio globalizado en el que ambos se desenvuelven, y tal vez, aunque eso sea materia para otro debate, porque el talento musical en EV es discutible. Pero hoy hay lo que hay, y yo, por mi parte, deseo a Barei que gane. Por todo lo que he dicho aquí. Porque la canción es animada y rezuma optimismo. Porque la letra, para el que no la haya leído, es un mensaje de superación e insta a quien la oye a no rendirse y a perseguir sus sueños. Y porque el día del cine Callao Barei, al final, se arrancó a cantar la primera estrofa de Campanera. Ya ven que la chica lo tiene todo perfectamente claro, además de arrojo, energía y sentido del humor. Say yay! ¡Dí que sí!


Amelia Pérez del Villar es  traductora, escritora, editora y vocal de relaciones con los medios de ACE.

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