© MANUEL RICO
Se acaba de publicar en la presente página web acescritores.com el Libro Blanco del Escritor, elaborado a lo largo de los úlimos dos años por la Asociación Coelgial de Escritores de España (ACE) con la colaboración de CEDRO y del Ministerio de Cultura y Deporte. Es un primer acercamiento a la realidad global de nuestros escritores y escritoras que tendrá continuidad en documentos futuros, entre ellos un estudio específico sobre la realidad de las mujeres escritoras. Reproduzco, como vía de acercamiento a sus contenidos, el texto que, en mi condición de presidente de ACE, firmo al comienzo del Libro. En él se perfilan algunas de las realidades con las que nos hemos encontrado. Los trabajos de elaboración del Libro Blanco han sido coordinados por el vicepresidente primero de ACE, Rafael Soler.
UN PRIMER ACERCAMIENTO A LA SITUACIÓN DE LOS ESCRITORES Y DE LAS ESCRITORAS
En el verano de 2015, el conocimiento público de diversas sanciones por parte de la Seguridad Social a algunos autores jubilados por compatibilizar rendimientos por derechos de autor con percepción de la pensión abrió indirectamente (y parcialmente) la realidad cotidiana de los escritores a la opinión pública. Es obvio que la actividad creadora de un escritor o de una escritora es una labor individual, que no siempre tiene una dimensión profesional entendida convencionalmente: es decir, que le permita vivir de su trabajo, de la explotación de sus obras y de la actividad que se deriva de ello. La situación del colectivo es diversificada, poliédrica, pero sustentada en tres tipologías de autores: escritores que viven de los derechos de autor y actividades conexas de manera integral y que “laboralmente” son contemplados en el ámbito de los trabajadores autónomos; escritores y escritoras que tienen una actividad profesional relacionada o no con la literatura —profesores, funcionarios, empleados en empresas privadas, etc…—, que perciben ingresos por sus obras pero no son en puridad “profesionales de la escritura”; y autores jubilados en los distintos regímenes contemplados en la Ley General de la Seguridad Social que, a la vez, siguen desarrollando una labor creadora. Obviamente, puede añadirse una tipología que suele ser temporal, no permanente, como la de escritores y escritoras en paro, que perciben o no prestaciones por desempleo.
Por lo general, la imagen que los ciudadanos tienen del escritor está muy vinculada a la experiencia del “triunfo”, de los elevados ingresos, de los anticipos millonarios, del glamour de los cócteles y presentaciones de libros por grandes grupos editoriales y de la presencia de algunos de ellos en los grandes medios de comunicación, ya sea en tertulias, en programas de entretenimiento o en los escasos espacios literarios que se emiten. Nada más alejado de la realidad, bastante más compleja. Poner de relieve esa verdad y conocer a fondo la experiencia de escritores y escritoras en todos los planos de su labor, es el objetivo del Libro Blanco que el lector tiene en sus manos. Es un primer intento tras los estudios llevados a cabo por ACE Traductores[1] sobre la realidad de los traductores y traductoras, tanto desde el punto de vista profesional en su relación con la industria como en la nueva realidad del mundo digital.
La relación del autor con las editoriales, el nivel de ingresos en concepto de derechos de autor por la venta de sus libros, la naturaleza de los contratos de edición (cuando existen, que no es en todos los casos), la percepción o no de anticipos, las liquidaciones (cuando se producen) anuales…. Son algunos de los muchos aspectos de esa realidad que hemos abordado en la encuesta que, a través del Instituto DYM, se ha remitido a los autores, asociados a ACE y socios de CEDRO, dada la inexistencia de censo “profesional” alguno en una actividad tan diversificada como enunciábamos al principio, cuyos resultados se exponen con exhaustividad en el informe.
Son muchos los autores y las autoras que colaboran en medios, digitales o no, por el simple hecho de “lograr o mantener firma” y sin ningún tipo de remuneración.
La realidad que nos ofrece la encuesta es, en general, precaria. Si tenemos en cuenta que sólo el 16,4 % de los autores y autoras encuestadas tienen dedicación exclusiva y que el 77 % percibe menos de 1.000 euros al año en concepto de derechos de autor por la venta de sus libros, podemos entender las especiales circunstancias en que se desarrolla su trabajo profesional. El lema de ACE “Sin autores no hay cultura” no tiene, en absoluto, un correlato en los ingresos: son muchos los autores y las autoras que colaboran en medios, digitales o no, por el simple hecho de “lograr o mantener firma” y sin ningún tipo de remuneración. Son muchos los que publican sin que exista un contrato de por medio y cuando éste existe sin que responda íntegramente a las previsiones y prescripciones de la Ley de Propiedad Intelectual. No son pocos los autores que no reciben las liquidaciones anuales, los que acaban firmando contratos con plazos de cesión de derechos de excesiva duración, bordeando lo abusivo, y tampoco son pocos los que desconocen, en todos los aspectos, el alcance de la distribución y venta de sus libros.
Por otra parte, el estudio nos revela que un 1,7% de los autores ha sido penalizado por compatibilizar la percepción de la pensión de jubilación con los derechos de autor. Junto a los casos que han sido objeto de atención de los medios por tratarse de escritores sobradamente conocidos por la opinión pública, hay otros escritores (también traductores) no conocidos que han vivido la experiencia de la sanción o de la retirada de una parte o la totalidad de la pensión.
Si tenemos en cuenta que sólo el 16,4 % de los autores y autoras encuestadas tienen dedicación exclusiva y que el 77 % percibe menos de 1.000 euros al año en concepto de derechos de autor por la venta de sus libros, podemos entender las especiales circunstancias en que se desarrolla su trabajo profesional.
De otro lado, el avance de las ediciones en soporte digital, el peso creciente de las redes sociales en la distribución y difusión de los libros que publican los autores, requiere una mayor atención desde el punto de vista de la relación de la Administración del Estado con los escritores para la defensa de sus derechos y para combatir la piratería, y con las editoriales para que las cláusulas sobre derechos digitales se contemplen de manera exhaustiva en los contratos de edición.
Como el lector puede advertir, este Libro Blanco nos ofrece una visión muy poco halagüeña de la realidad del escritor desde el punto de vista profesional y desde el de la salvaguarda de sus derechos de acuerdo con la legislación, española y de ámbito europeo, que afecta a la propiedad intelectual. Esta es una pequeña muestra de las graves carencias que el informe nos revela.
A punto de cerrar el contenido definitivo del Libro, nos llega la noticia de la aprobación, por el Consejo de Ministros del Gobierno de España, del Real Decreto Ley que regula la plena compatibilidad entre la pensión de jubilación y la percepción de rendimientos derivados de la propiedad intelectual. Es una magnífica noticia para el colectivo, sin duda, aunque habrá de abordarse el problema de los autores que han sido penalizados y su sanción no ha sido preparada. La legislación española en esa materia se acerca, así, a la de los países más avanzados de la Unión Europea. Ese hecho, y el general desconocimiento de los mecanismos jurídicos y fiscales que regulan la actividad del escritor, nos ha llevado a incorporar un trabajo de Carlos Muñoz Viada, asesor jurídico de ACE, sobre “La situación de los escritores frente a las Administraciones Públicas”, documento imprescindible en todo informe sobre el estado de la profesión en España.
Uno de los datos relevantes del estudio es la elevada media de edad de quienes han respondido a la encuesta. La explicación es simple: son los escritores y escritoras maduros, con una dilatada experiencia, quienes suelen organizarse en una asociación como ACE aunque el universo al que nos hemos dirigido es mucho mayor porque hemos contado con el censo autoral del Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO), que abarca a escritores de todas las disciplinas (incluso autores científicos). Incluso hemos incorporado al Libro los datos de la pirámide de edad de los más de 22.000 escritores y escritoras asociadas a CEDRO en una comparativa con la pirámide de edad de los casi 2.000 asociados a ACE. El paralelismo en los porcentajes es casi total. Las citadas variables indican que los autores que empiezan o que llevan pocos años dedicando parte o todo su tiempo a la escritura son, comparativamente, una parte pequeña del colectivo estudiado.
En consecuencia, la dificultad real de encuestar a los autores jóvenes, menores de 35 años (no hay censos, no hay entidades que los organicen salvo ACE en una medida limitada), la hemos solventado encargando un trabajo aproximativo a ese subsector al escritor Juan Soto Ivars, que ha escrito un magnífico artículo que incluimos en el Libro y que completa el diagnóstico que ofrece el informe sociológico de Ramón J. Soria Breña a partir del trabajo de campo desarrollado por el Instituto DYM.
Estamos ante un primer diagnóstico, ante una radiografía no del todo completa de la realidad profesional y laboral de los escritores y escritoras en España. Un diagnóstico imprescindible para abordar un abanico de medidas a plantear a las Administraciones, a los editores y a los responsables de medios de comunicación, ya sea generalistas o de carácter cultural o literario, que cuentan con la aportación creativa de los autores. Desde las carencias en la aplicación de la legislación sobre préstamo público bibliotecario hasta la insatisfacción por la opacidad del mercado editorial para los autores y autoras pasando por los desajustes y falta de homogeneidad en el proceso contractual de las obras literarias o la inexistencia de un tratamiento fiscal que beneficie al colectivo de las obras de dominio público hay un amplio abanico de “asignaturas pendientes”. El Libro Blanco que tiene en sus manos ha comenzado a ponerlo de relieve.
[1] . Libro Blanco de la traducción editorial en España (dos ediciones: 2000 y 2010) y Libro Blanco de los derechos de autor de las traducciones de libros en el ámbito digital (2016).
MANUEL RICO es presidente de ACE.