Vladimiro va de vacaciones con su familia a Transilvania, donde sus primos, Boris y Bernardo, no paran de hacerle trastadas. Paralelamente, Mina es una niña que vive en el pueblo cercano, Bistrita, donde la gente vive permanentemente atemorizada por las leyendas de vampiros que proliferan en la zona, a pesar de que hace muchísimos años que nadie ve a ninguno. Aún así la vida de Mina se ve afectada por ese temor hacia los chupasangres por lo que decide convertirse en cazadora de vampiros. ¿Qué pasará cuando los dos niños se encuentren en el bosque, en medio de la noche? Como toda la colección, el humor es el plato principal del libro, en el que, además, podremos ver como dos personajes, en principio antagónicos, pueden llegar a ser amigos cuando dejan de lado sus diferencias y se centran en lo que les une.

Un circo ambulante llega a Chupetown, la ciudad donde vive Vladimiro. Se anuncia como La feria de los monstruos, cosa que llama mucho la atención a Vladimiro. Sus padres le advierten que, en esos lugares, los monstruos son de mentira. Y que, si fueran de verdad, lo mejor es no acercarse allí, no sea que quieran ampliar su colección con él. Por supuesto, Vladimiro no puede evitar la tentación de acercarse a curiosear. Allí percibe un olor extraño, mezclado con el de los humanos y animales del lugar, por lo que decide volver con su amigo Bela a investigar más a fondo. En plena función, y entre varios números de monstruos, a todas luces falsos, aparece Jessi, una niña zombi REAL que está secuestrada por el malvado dueño del circo. Vladimiro y Bela no lo dudan: tienen que rescatarla.

La tía Miriam se casa en Nueva Orleans, y toda la familia de Vladimiro debe desplazarse hasta allí para asistir a tan magno evento. Al papá de Vladimiro se le olvida comprar los billetes de avión hasta el día antes del viaje, por lo que no hay plazas para todos. Entonces deciden facturar a Vladimiro dentro de su ataúd, como si fuera equipaje. Pero las compañías low cost es lo que tienen: pierden el ataúd donde va Vladimiro y acaba en ¡Japón! Allí conocerá a una niña fantasma llamada Sadako que vive dentro del circuito cerrado de televisión del aeropuerto. Pero algo raro le pasa. Poco a poco, la niña se va desvaneciendo y Vladimiro decide hacer todo lo posible por ayudarla.

Vladimiro acaba de cumplir ochenta años, y entra en la tan temida edad de la vampirescencia. Es en ese momento que empieza a cuestionárselo todo: quiere hacerse vegetariano, llevar ropas de colores y lo que es peor, quiere ir de vacaciones a la playa en lugar de a Transilvania. ¿Podrá Vladimiro encontrar un equilibrio entre lo que es y quién es? Pues eso es lo que cuenta este libro con grandes dosis de humor.