Un personaje de Valle-Inclán, quizá el mejor de los madrileños nacidos en Galicia, afirma en La corte de los milagros que en Madrid no hay secretos; tampoco los hay en esta obra, de causas dignas y hogares rotos en un país que tiene motivos extraordinarios para no perder el sentido del humor.

La tercera fundación no es una obra al uso. Salta de la poética al relato corto en el mismo espacio, pasando por el teatro, la sátira, el periodismo y hasta el diario personal, desde tiempos y máscaras múltiples. Deudora de una larga tradición literaria, subvierte los géneros a favor del lenguaje y de una relación de acontecimientos cuyos personajes son la ciudad, las vidas e historias engarzadas a ella y, en calidad de testigo y corsario suyo, interpretando un yo con tendencia a no serlo, el propio autor.