El pulso del enigma Un poemario que viene a hablar de la luz. Porque de luz también se trata, de romper la oscuridad y atravesar el silencio, los silencios, de no volver el rostro y mirar cara a cara nuestra propia identidad, nuestro lenguaje. Nada más atravesar el umbral, el poeta reivindica la belleza, se juega el todo por el todo en este envite con la convicción de que no hay otro dios al que rendirse, de que la palabra ha de ser cauce y nadir, materia y demiurgo. El título nos adentra en un decurso íntimo, personalísimo, en el que el poeta se despoja de todo ropaje externo, de toda máscara que vele su rostro y le emboce al mundo. Antonio maneja con soltura el verso clásico, la música inherente a su quietud, a su cordaje. La métrica tradicional toma en él carta de naturaleza y nos trasciende. Haikus, romances… todo tiene cabida alrededor de la luz, su luz, la nuestra. Con pulso firme y paso sosegado, “rendido ante su enigma”, trabaja la palabra, la modela con perfección de orfebre; consciente de su ductilidad, de su coherencia, nos regala versos bellísimos, hallazgos que dejan el alma en suspenso, el corazón en andas. Porque la luz ya no tiene más luz, ya no tiene más sed que la belleza. Del prólogo de Ana Garrido La luz ante el ocaso se ha postrado y el mundo se estremece entre sus brazos cuando la noche asoma.

Quien tiene la suerte de haber recorrido toda la obra poética de Antonio Capilla puede advertir que este es su libro más hondo, más íntimo, más cuajado de “polvo iluminado”, de noche oscura “con ansias en amores inflamada”, un álbum arrebatado también por hondas melancolías. Herido de tiempo, hay en él un no sé qué de despedida, de saber bien que uno se “enciende de amor mientras se apaga”. La paradoja del místico se hace aquí revelación, testamento, suma. El temblor de lo sublime de quien sabe que ha “volado del barro hacia la estrella”, “destello de una estrella fugaz” cuya luz lo enciende, lo alienta y lo consume mientras sigue viviendo (y diciendo) “en el propósito de abrazar el amor en plenitud.” Qué sublime locura hasta llegar al ser en su grandeza como un rayo de luz que se adentra en la sombra. Qué locura de amor hasta llegar al ser en su zenit, redimido el pasado de humanidad transido. Imaginamos que Longino habría leído estos versos, el poemario entero devorando, con un fervor de reconocimiento. Ahora es todo tuyo, querido lector. Feliz vuelo. Ángel Garcia Galiano

\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\"Canto vibrante y diestro que, como la honda de David tras el disparo, con tino y música, golpea allí donde debe despertar las conciencias dormidas de este fin de ciclo individualista y onfálico. Canción de albada en el tañer del verso, no para despedir a los amantes, sino para pedir a todas las almas grandes que pueblan el planeta que desenchufen los cables y los chips atornillados al cerebro y rompan a pedradas los aparatos de la náusea y la hipnosis. Porque el poeta no ignora, y canta orgulloso, que el caudal de sus versos es el amor.\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\"Ángel García Galiano

Lúa es un poemario bilingüe gallego-castellano destinado tanto a niños como a mayores. En palabras del poeta Ángel Guinda en el prólogo, “acaso sin saberlo él mismo —todo amabilidad—, Antonio Capilla ha conseguido con Lúa un antológico e inolvidable poema de amor en catorce partes: tan íntimo, directo, trascendente, sencillo, ejemplar, elevado, como el Platero y yo de Juan Ramón Jiménez: si éste en prosa poética, inspirado por su burro; el de nuestro poeta en perfectos endecasílabos y heptasílabos referenciados por su perra y transmitido con un coloquialismo y narratividad lírica vibrantes. Lúa es enmarcable en esa tendencia plástica y literaria del ‘cuadro de género’ que capta y catapulta la entrañabilidad de aquellos instantes intensísimos arrebatados al tiempo, el gran fugitivo”.

\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\"Poemario bilingüe gallego-castellano destinado tanto a niños como a mayores. En palabras del poeta Ángel Guinda en el prólogo, “acaso sin saberlo él mismo —todo amabilidad—, Antonio Capilla ha conseguido con Lúa un antológico e inolvidable poema de amor en catorce partes: tan íntimo, directo, trascendente, sencillo, ejemplar, elevado, como el Platero y yo de Juan Ramón Jiménez: si éste en prosa poética, inspirado por su burro; el de nuestro poeta en perfectos endecasílabos y heptasílabos referenciados por su perra y transmitido con un coloquialismo y narratividad lírica vibrantes. Lúa es enmarcable en esa tendencia plástica y literaria del ‘cuadro de género’ que capta y catapulta la entrañabilidad de aquellos instantes intensísimos arrebatados al tiempo, el gran fugitivo///”.

\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\"Viaje de lo exterior a los interior, de la contemplación a la comunicación, del presente al pasado, de lo grande infinito a lo menudo, de lo serio a lo cómico. Nada es demasiado amplio o ajeno porque la voz del poeta lo humaniza y nada es excesivamente pequeño porque la contemplación amorosa alcanza al corazón de su trascendencia. Antonio Capilla nos resulta un poeta humanista de la estirpe machadiana del amor y, en su humanismo, un poeta riguroso que recupera y restaura esta afirmación unamuniana: \\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\'Un poeta es el que desnuda con el lenguaje rítmico de su alma\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\'. Porque más allá de los motivos, temas, objetos y circunstancias, esta poesía abre, en lo grande y en lo pequeño, una dimensión cósmica por la implicación de todo en cada cosa.\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\" José Paulino Ayuso

\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\"En este libro Antonio Capilla, poeta \\\\\\\\\\\\\\\'fieramente humano\\\\\\\\\\\\\\\', nos entrega, como si de un nuevo don divino se tratara, el verso fraguado a fuego lento, la palabra poética heredada de los grandes maestros (Juan Ramón, Machado, León Felipe, Quevedo...). Y nos la entrega nueva, renovada, propia. Una profunda filantropía emana de todos y cada uno de los poemas. Amor al hombre, amor a la palabra. El amor hecho verso, hecho poesía.\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\" Marisa Peña

\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\"Un viaje al Viento, al Espíritu, al Verbo, al aire de su vuelo, al valor común, político, lenitivo de la palabra poética. Poder parar las aguas del olvido, como Orfeo, poder detener las balas, como aquellos cantos de la dulce Filomena, el soto y su donaire, la noche serena, la llama que consume y no da pena; el sur de don Antonio Machado y de Juan Ramón pero, sobre todo, el Sur de la Vida, el eterno y feérico paraíso de la Infancia: esa tonalidad, conjuros misteriosos de nuestras abuelas que colgaban en el pecho de sus soldados, la palabra poética reivindicada desde la mirada buena del poeta, como fármaco ideal (y material) del alma ignorante que se hace daño y daña a los demás perdida, descentrada: la palabra poética como mapa, brújula, destino, para regresar al hogar, para volver al Sur, al centro del hondón, al hontanar de donde surgen los miedos y los deseos, atravesándolos, comprendiéndolos, antes de que se enquisten; la palabra como símbolo, como reconciliación, ayuntamiento, del amor y de la razón común.\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\" Ángel García Galiano

\\\"Vida, muerte, amor, eterna trilogía que resume nuestro principio, nuestro final y la fuerza que trasciende todo y le da sentido: el amor. Amor a los seres queridos, a los que nos transmitieron el ser y a los que lo reciben de nosotros, a la compañera imprescindible, a todo hombre que sufre. Amor que produce el cambio, la metamorfosis, la mudanza del no-ser, de la muerte omnipresente (y en apariencia triunfante), en vida que se afirma en la compañía de los otros, en la tarea compartida. Amor que transforma la soledad y la hace solidaria. Poesía, en suma, que es testimonio de nuestro tiempo.\\\" Ramón Caride Ogando