Por Manuel Quiroga Clérigo. Algunas personas creemos que sirven de poco las manifestaciones, las protestas, los comentarios en los periódicos, las tertulias de papanatas en las televisiones, etc. El mal está en la raíz de la sociedad, en la mente de los desalmados, en las oficinas de los criminales. Y lo mismo da un maltratador que un terrorista, un cazador desaprensivo o un policía torturador. Eso es la barbarie. Y Barbarie es el título de un poemario, la poesía es un buen vehículo para la denuncia y el clamor de justicia, cuyo autor Andrés García Cerdán, nacido en 1972, que presentó y obtuvo el Premio “Alegría” 2015 de Poesía del Ayuntamiento de Santander, editado por Ediciones Rialp en su exquisita Colección Adonáis.
Mientras no se denuncien los actos malvados a tiempo, y los jueces sean excesivamente permisivos con los malvados, seguiremos sufriendo las inmensas barbaridades que nos acosan, eso sin contar las guerras que nos consumen y otros crímenes. Bien está pues que leamos: “No hay nada nuevo bajo el cielo/en las imágenes. ¿De qué te asombras/si somos la depredación,/la locura, el desprecio?”. Ese tono decidido, esa expresión inquietante, forman parte de un mundo en el que hay algo que no funciona, porque hay quienes no merecen el calificativo de seres racionales. Y ahí están los versos, la reflexión ordenada y vitalista. ¡Qué sensación de agobio, de pena nos deja el poema “Pescadores”!. Son las marejadas de la vida, las furias del mar contra quienes desean arribar a mundos mejores o tratan de ganarse el pan: “Apenas un asomo de temblor,/la mirada baja, algo/parecido a la pena/y esa sensación de no ser/ni de lejos un héroe le hacen/traducir un callado dolor por los ahogados”. El dolor de las gentes de bien suele ser inmenso, tan ajeno al de los políticos o al de los ministros de misa diaria que justifican las peores brutalidades, los más feroces escarnios. La barbarie suele estar en determinados corazones: “:qué es/vivir, qué significa ser esclavo,/cuál es el nombre de los héroes”, se pregunta García Cerdán. Y es que la violencia también se encuentra, lo está, en los circos de la antigua Roma o en la plaza de toros de Ronda, las carreteras, campos de fútbol, donde cualquier mamarracho puede causar mal a sus semejantes o a indefensos animales. “Los bárbaros”, poema central del libro, deja un regusto mortecino: “Sobrevive la infamia de saber/que somos la alimaña más dañina…”. No sólo hay que recordar al integrismo harapiento, a los talibanes desarrapados; también Napoleón, Hitler, Idi Amín o quienes destruyeron pirámides milenarias en Yucatán para hacer iglesias con sus piedras, derribaron monumentos que eran patrimonio de todos. Desde el Despacho Oval se ordenó a los soldados yanquis destruir Vietnam y antes Corea; Hiro-Hito equipó a su gente para masacrar las Islas Filipinas salvajemente.”Adorarás el día/en que no haya apisonadoras/suficientemente pesadas()/como para estrujar en bruto este arrebato/de sed, esta humedad, esta semilla/dormida/en el fondo más fondo de la manzana”, desea el poeta. Desgraciadamente hermoso, escalofriante, el poema “Bañeras” contiene versos como éstos “Acuérdate del que de hambre muere/rodeado de buitres, de los hombres/gaseados,, de los que ardieron en la hoguera…”. En algunos poemas retorna la esperanza, el clamor de la alegría (“Haz tuyo para siempre el día/en que todo vibraba a tu lado…”), aunque no olvidemos la reflexión de “Óxido” o el refugio de los libros y la eternidad que subyace en “19 de marzo” (“En sus sueños me hundo…”). De toda la poesía de Andrés García Cerdán nos queda una emoción especial, el miedo incalculable de saber que el mundo se está desmoronando, que el amor se aleja. “Acuérdate del sur y de los años felices cuando tengas miedo”, solicita el poeta, aunque sigamos destrozando África, las mezquitas, iglesias, anegando los ríos y la frontera. Es que somos la barbarie”.
ANDRÉS GARCÍA CERDÁN / Barbarie.
Ediciones Rialp, Madrid, 2015, 66 págs.