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Entrevista a Miguel Ángel Serrano, elegido presidente del Consejo Europeo de Escritores

por ACESCRITORES
Miguel Ángel Serrano es escritor, madrileño, Doctor en Ciencias Económicas y Administración de Empresas, licenciado en Publicidad, ha sido profesor de narratología y oratoria moderna, consultor, crítico literario, novelista, poeta y también secretario general de ACE durante cinco años. Antes de acceder a la presidencia del Consejo Europeo de Escritores este 4 de junio en Berlín, ha sido durante dos años vicepresidente del mismo.
© Entrevista: Recaredo Veredas / Fotos: Gustavo Queipo de Llano

¿Quién es Miguel Ángel Serrano?
Simplemente un escritor que ha llegado a la conclusión, después de años de pensar, de  que todo este famoso debate de la muerte de la novela, que tantas veces hemos leído, en realidad encerraba una idea mucho más tétrica: la muerte de una manera de entender la libertad a través de la literatura. Yo he llegado al diseño moral de mis actuaciones, o al menos eso intento, a través, entre otras cosas importantes como la guía de mis padres, de la lectura, la reflexión y la escritura. Por lo tanto, soy un escritor que se ha convertido en alguien que intenta hacer, por sus colegas y por la sociedad en la que se desenvuelven, un trabajo de protección de los derechos y también de salvaguarda de la libertad de pensamiento y expresión y por lo tanto de la democracia. Naturalmente, con la fuerza de miles de colegas.

Y como escritor, ¿cómo te defines?
Bueno, eso no es relevante para el objeto de la entrevista probablemente (risas). Yo llegué tarde a la poesía, llegué ya bastante mayor, y descubrí que cuando te encuentras ahí es difícil volver atrás. He publicado dos libros de poemas y me ha
llevado muchos años de reflexión, de pensamiento, de descubrimiento del mundo. Yo siempre digo que la poesía es música del mundo y casi pienso en las esferas celestes de la Grecia clásica. Lo que hay que tener es buen oído. Últimamente he empezado a volver a territorios donde empecé, como la novela y el ensayo. La novela es un lugar libérrimo para trabajar, el ensayo es una manera de deambular por tu propio pensamiento y por lo tanto es un ejercicio intelectual estupendo. En realidad, yo me defino más como un lector. Yo creo que lo importante es leer.

¿Y cómo te defines en tu faceta de defensa de los derechos de los autores?
Tengo que decir que esto nace por una petición directa de Manuel Rico, el presidente de ACE, que en su día me preguntó si quería ser secretario general, confiando probablemente en mis posibles dotes como gestor para un cargo de tanta responsabilidad y tanto peso, en el que llevo cinco años y que voy a abandonar en los próximos días puesto que hay unas nuevas elecciones. Ahí descubrí que lo que hacemos importa, que proteger a los escritores es proteger a los lectores, y sin lectores las sociedades son lugares yermos. Lo que hace la lectura en nuestros cerebros no es lo mismo que lo que hacen los audiovisuales o la escucha, con todos mis respetos. No es exactamente lo mismo, no se activan las mismas zonas neuronales ni se da el mismo tipo de asociaciones simbólicas. Digamos que leer permite a la mente más vuelo. Ahí tuve un aprendizaje que luego he complementado en European Writers ́ Council (Consejo Europeo de Escritores), al ser vicepresidente durante dos años he tenido la ocasión de entender que muchas de las batallas que hay que dar ya no son de nivel nacional, son de nivel europeo, de la Unión Europea en lo que toca sobre todo a cómo se van conformando las legislaciones y reglamentaciones que más nos afectan, como el préstamo bibliotecario, el mercado digital, los ejercicios de data mining, texto a voz… todo eso que nos afecta tiene lugar en un campo de juego europeo que luego se traspone a través de directivas a las legislaciones nacionales. Después vendrán leyes propias de cada país, reglamentos, etc. Pero para muchas cuestiones, necesitamos jugar en Europa y la Unión Europea.

¿Por qué te has presentado a la presidencia a EWC (European Writers’ Council)?
Quería ofrecer una candidatura de continuidad. La presidenta saliente, Nina George, que actualmente es además presidenta de honor y sigue ayudando al Consejo, ha hecho un trabajo extraordinario, con su Junta Directiva, para que estemos presentes en muchas mesas de debate y además en los lugares donde hay que hacerlo: donde se juega el futuro de nuestra profesión. A esto hay que unir el mandato de dos años que los miembros de la Asociación me han hecho el honor de otorgarme junto a un nuevo equipo de gobierno que es, francamente, una mina de talento extraordinaria, y una nueva Secretaría General y una nueva coordinación que están prácticamente ya en operación. Mi intención es dotar a EWC de una estabilidad operacional, económica y de todo tipo, todavía más potente. Este es uno de nuestros grandes objetivos, pero cuando yo decidí presentarme a la presidencia, hace ya unos meses, no habían surgido los hechos cumplidos que nos hemos encontrado con la mal llamada Inteligencia Artificial.

¿Y cómo plantea EWC el debate en ese campo de la IA?
Nosotros ya hemos hecho, en abril, una declaración con nuestras exigencias que ha sido reproducida por muchos de nuestros miembros y que ha tenido bastante predicamento en medios políticos. Defendemos algunas cosas que son evidentes: desde los inputs, es decir, cómo se obtienen esos datos, en ocasiones de modo muy poco transparente, o en el caso de los outputs: cómo hay que tratar el producto, y no obra, que se obtiene del trabajo de esos programas de software, que no Inteligencias de ningún tipo. Las máquinas no escriben, las máquinas compilan, saben hacer lo que tú les hayas enseñado previamente. Por lo tanto, considerar que son elementos de libertad de expresión, como algunos pretenden, es poco consistente. A mí me molesta mucho la expresión de “Inteligencia Artificial”. Todo es Inteligencia Artificial. Lo que antes veías como los “diez lugares que no te puedes perder”, por ejemplo, ahora se le pone la coletilla de que han sido elegidos por la “inteligencia artificial”. Es ridículo. Parece como si solo hubiera una voz en internet a la que yo me dirijo, le hago unas peticiones y me contesta, es un rezo mágico que tiene resultado inmediato. Estamos lanzando la campaña “Against Writoids”, “Contra los Escritoides” sería una traducción. Definimos los “writoids” como robots que intentan imitar el estilo y las maneras de hacer de los escritores humanos, porque no se olvide que muchas de las cargas de datos, como mínimo opacas, que se han hecho en estas máquinas parecen ser de obras protegidas por derechos de autor. Desde ahí, con esa lucha o ese posicionamiento en contra es desde donde queremos defender la humanidad de la creación: No podemos poner nuestros sueños, nuestra cultura, en manos de las máquinas, que además están llenas de sesgos y de inexactitudes. Yo no tengo por qué confiar en la rectitud moral, ni de ningún otro tipo, de un texto que no tiene un responsable. ¿Quién es responsable si un texto compilado por una máquina ofende a alguien? Iremos lanzando iniciativas, como la web againstwritoids.org, en muy breve plazo.

proteger a los escritores es proteger a los lectores, y sin lectores las sociedades son lugares yermos

¿Por qué es importante, por tanto, el papel de las asociaciones profesionales?
Nuestra profesión es solitaria por definición. Eso nos hace débiles en las negociaciones. Tanto nuestras asociaciones profesionales como las sociedades de gestión colectiva de derechos de autor son un modo de unificar voces y obtener por tanto mayor capacidad de maniobra. Además, puesto que somos escritores, nos levantamos casi de manera natural cuando se producen agresiones a la libertad de expresión, que es la materia de nuestros sueños. Ni mucho menos está garantizada, ni mucho menos los escritores crean en libertad, ni mucho menos la censura ha desaparecido: encontramos a diario prohibiciones, autocensuras, censuras del mercado… Por eso hace un año lanzamos un proyecto que se llama “Free All words”, porque de oficio sí interviene EWC cuando hay un ataque directo a la libertad de expresión como fue, o es, la guerra de Ucrania. ¿Qué hemos hecho? Estamos traduciendo textos de autores ucranianos o bielorrusos, que están bajo una bota dictatorial, e intentamos que su voz se publique a través de traducciones de otros autores europeos. Es un proyecto del que estamos muy orgullosos.

Y por último Miguel Ángel, ¿cuál sería tu defensa a la literatura?
A mí no me gustaría que fuera una defensa de enroque, sí creo que la tecnología puede ayudar, pero hay que saber usarla y hacerlo con un criterio ético, y esto también compete a los propios consumidores y ciudadanos porque tienes que saber que a veces construyes sobre el edificio de otro, no tiene por qué aguantar ese peso. La literatura nos ha construido como humanos. Decía la antropóloga Margaret Mead que lo humano empieza cuando esperamos a que alguien que se ha roto una pierna se cure. La compasión, por entendernos. A eso le sumo el momento en el que nos damos la posibilidad de conjurar los miedos o concitar las esperanzas a través de un relato junto a una fogata. Yo no conozco otro arte, quizá exceptuando la música, aunque vaya hacia otros vuelos mentales, que sea capaz de iluminar con tal potencia nuestro sentido de la transcendencia, de lo gregario, de ser todos en una sola especie. Ningún hombre es una isla… Si no protegemos esto, me temo que perderemos humanidad. Así de simple. Además, no deberíamos esperar compasión de un robot.

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