Accésit del Premio Adonáis de Poesía 2019 por «El contorno de roble» (Ediciones RIAP, Marid 2020)
Comienza este comentario con el primer verso del primer poema de un libro que, a juicio del jurado del Premio “Adonáis
2019, obtuvo un accésit “ por el sostenido tono hímnico en diálogo con la naturaleza, al servicio de una visión trascendente del mundo”.
“Qué tengo yo que mi amistad procuras?/¿Qué interés se te sigue, Jesús mío…?” pregunta Lope de Vega en un poema sentido y sonoro. Felicitas Casillo, nacida en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, en 1986 , Profesora e Investigadora en la Universidad Austral recorre, si quiera subliminalmente, los senderos de acercamiento al Evangelio, con sus alusiones plenamente líricas, en su poemario titulado “El contorno del roble”, que viene a denotar al tiempo que su autora, que trabaja en el Área de Hermenéutica y Estudios del Discurso, pone sus versos al servicio de una creencia y a la constante búsqueda de la belleza, cuestiones con frecuencia abandonadas por algunos creadores jóvenes y menos jóvenes.
El mencionado es “Un poema de Navidad”: “Los evangelios tejen el nacimiento./En polifonía de cuatro, uno suena donde otro calla/lo repite desde una nota diversa”. Y, acto seguido, relata episodios anotados por los evangelistas como “A Marcos no se le reveló la infancia” o “Juan sobrevuela los acontecimientos/y curva el estilo hasta el enigma”. Y es que admitir, convivir, reconocer el testimonio de quienes, aparentemente, estuvieron al lado del Jesús de Nazaret es un esfuerzo que los creyentes tienen que asumir si quieren mantener su fe en los misterios bíblicos. Leemos en Marcos: “Jesús comenzó a decirles: Mirar que nadie os induzca a error”. Y ahí está la valentía de inculcar los valores del evangelio a un mundo tan descreído como el actual. Si eso se convierte en poesía dará como resultado un libro diferente, pero limpio y vitalista, aunque muchos no se acerquen a él. Volvemos pues con Lope cuando se interrogaba por qué a él se le ofrecía la cercanía del Salvador, de lo que habla Felicitas Casillo en palabras plenas de “experiencia poética”. En “Las canciones del Valle de Josafat” leemos: “…se hace tarde sobre el mundo/y acaso sea razonable el juicio en el amor”. Acaso. Llega el recuerdo del
Papa polaco: “…en la catedral avanza, hora tras hora,/el dogma azul de los vitrales/hacia la Virgen Negra de Czestochowa”, tal vez, porque la devoción es superior al ateísmo reinante. Laborar por cuestiones semejantes ya es un mérito de quien hace de la poesía una entusiasmada ocupación.
El poema que da título al libro tiene algunas estrofas geniales, con Dickens al fondo: “¿Acaso este sueño victoriano puede ponerse en palabras?”. Se hace preciso entrar en la lectura de las grandes obras, en el espíritu del siglo XIX, en tiempos difíciles para la cristiandad, para así poder evocar el sentido místico, no fanático, de las enseñanzas religiosas. Y el que lo haga una fémina en un momento donde las diferencias son tan grandes: la cristiandad, las acometidas de otras religiones, el descaro del ateísmo, ya supone una moratoria capaz de hacer posible la convivencia aunque no se comparta idéntica creencia. Ya lo dice Casillo: “La tierra está partida” y, también, “Un hombre abre los brazos y su cuerpo forma una cruz”, pues lejos de la intención ofuscada algunas homilías y peores ejemplos de cierta curia, se está creando una especie de legislación entre el mundo dividido por materialismos y fanatismos sin que ello afecte a los hombres y mujeres que viven la piedad, el perdón y el amor de manera efectiva. Aunque el Papa Emérito ya anuló la inoportunidad del Infierno, recordemos que el propio Borges decía que “El infierno de Dios no necesita/el esplendor del fuego” y Jean-Paul Sartre nos advirtió que “El infierno son los otros”, o nosotros mismos. Seguramente es posible conciliar la convivencia y la fe o sin la fe organizar, admitir, la eternidad de manera más honorable. Leamos “La Vía Dolorosa”, mejor si la hemos transitado en la Jerusalén de armas automáticas y palestinos con miedo: “Alguna vez habrás visto/contra la tarde/una inminencia de tragedia…”. Sí, es preciso no cerrar los ojos para contemplar la destemplanza del ser humano o el sufrimiento de nuestros semejantes porque, volvemos a Casillo, “Todos los ríos guardan/nuestros ojos fijos en la línea/y remansan el corazón de Dios”. Dios puede estar en la esquina. El Papa Francisco, a diferencia de antecesores casi malvados, sabe mostrar esa cercanía y (por lo menos) intenta luchar contra la maldad instalada cerca de las Siete Colinas.
En “La voz de la belleza” leemos “La Belleza casi pronunció el nombre/que al final del tiempo nos dará Dios”, escribe la autora de “Puré de abejas”, “El gran enero” y ha dejado sus versos en “Cómo decir (en este mundo, sólo con estas palabras”. Lo bello también puede esperarse al final del horizonte: eso es la fe. Y ese concepto aparece en “Comienzo de Resurrección”, cuya última estrofa podría ser premonitoria, al menos para los creyentes capaces de acercarnos a la vitalidad de sus creencias, escuchando la voz del evangelio. Tras la noticia de la resurrección de Jesús éste, dice Lucas, “se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros·”. Es lo que busca quien no está habitado por el rencor, el odio y pretende vivir en la paz de la bondad y la concordia. Felicitas Casillo escribe : “Trastabillan de gozo los niños no nacidos,/y entonces también nosotros, los últimos,/con temblor de llanto y risa,/oiremos los nombres que nos dará Dios,/y para siempre, como nunca antes nos reconoceremos”. En esas palabras parece encontrarse una posibilidad de salvación, una oportunidad para iniciar ese nuevo diálogo con la eternidad. Casillo nos quiere llevar por el buen camino de la caridad y el convencimiento de que con una actitud piadosa, efectivamente, entre todos podemos lograr que el Infierno deje de existir.
“Creo en el Dios que está detrás de lo creado” escribe el filólogo extremeño José A. Ramírez Lozano.
Manuel Quiroga Clérigo,
Majadahonda, 11 de Marzo de 2020, con el sangrante recuerdo del 11-M.