© Fátima Frutos
La última vez que Javier Abasolo y yo hablamos por teléfono fue para preocuparse por mi salud y para animarme a acudir a la Feria del Libro de Bilbao junto con Imanol Uribe. Él era así, un hombre motivador, que se preocupaba por los demás, enormemente generoso. Sabemos que esa bondad, esa manera de darse, ese compañerismo a flor de piel le venía de unas profundas convicciones y creencias éticas, humanas y políticas. Por eso le queremos tanto.
Como escritor construyó novelas de gran calado literario. Nombraré aquí “Lejos de aquel instante” (finalista al premio Hammett 97), “El aniversario de la independencia” (premio de los libreros de Bizkaia en 2006) o “Antes de que todo se derrumbe” (premio García Pavón 2005). Su última obra publicada recientemente ha sido “Un país equivocado” con Erein Argitaletxea.
En estos momentos, la mejor manera de rendirle homenaje es leerle. Suena a tópico, pero es una verdad: leer a Abasolo es quererle.
En Navarra también era muy apreciado. De hecho, escritores como Jon Arretxe y Carlos Ollo compartieron con él momentos de gran camaradería y complicidad. Muchas de las escritoras de Nafarroa teníamos grata comunicación y amistad con él, aunque no tuviéramos ocasión de verle mucho por algún festival de aquí.
En estos momentos, la mejor manera de rendirle homenaje es leerle. Suena a tópico, pero es una verdad: leer a Abasolo es quererle.
Desde estas líneas pido también que la villa de Bilbao dedique sendas calles o plazas a sus dos ilustres escritores recientemente fallecidos: José Javier Abasolo y Fernando Marías. Ojalá alguien del ayuntamiento me lea y esta petición se lleve a cabo.
Goian bego, Javi. Abraza de mi parte a Fernando.