El próximo día 19 de abril, en La Noche de los Libros que se celebra en todo el territorio de la Comunidad de Madrid, ACE organiza un acto de celebración de la poesía con el nombre de Vicente Aleixandre como foco central. Y será también una apuesta por que Velintonia, como Casa Museo Vicente Aleixandre/Casa de la Poesía, sea una realidad mas pronto que tarde. Será un acto en torno a su obra poética, a veces opacada por la batallaa cívica que lleva viva más de un cuarto de siglo, en el que la voz de cuatro poetas, Esther Ramón, Marta López Vilar, Pablo García Casado y Juan Carlos Mestre, se desplegará con poemas propios y del premio Nobel y en la que la voz y la música de la cantautora Ana Cuenca ocupará un lugar destacado. Con Aleixandre y con otros y otras poetas de la lengua castellana. El acto será presentado y conducido por Elia Maqueda, escritora, traductora y vocal de Relaciones Internacionales de ACE.
El por qué de «Del ferrocarril a Velintonia. El viaje de Vicente Aleixandre».
El lema general de La noche de los libros 2024 es «Una casa para siempre». ACE, que junto a la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre y otras entidades, viene reclamando la recuperación pública de Velinonia como Casa Museo / Casa de la Poesía, entiende que Velintonia ha de tener esa denominación y ese contenido para siempre. Pero a Velintonia, nuestro poeta llegó al final de un viaje que inició en el ferrocarril. ¿Por qué? Muy pocos saben que nuestro premio Nobel trabajó, hasta 1925, como abogado, de agregado a la Dirección General de los Ferrocarriles del Norte, que era hijo de ferroviario y que sus vínculos con el ferrocarril fueron muy poderosos. Incluso trabajó en las oficinas de la Estación del Norte. El tren, un medio tan evocador y tan literario, está presente en su obra en un hermoso poema titulado «El ferrocarril».
Por gentileza de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, ACE se enorgullece de poder reproducir, en este espacio, tanto el poema antes mencionado como una magnífica entrevista realizada por el escritor Eduardo Tijeras (1931-2021), al propio Vicente Aleixandre en marzo de 1964 para la revista de RENFE Vía Libre.
Todo ello da sentido a la actividad que ACE llevará a cabo en el salón de actos del Palacio de Fernán Ñúñez, sede de la Fundación de lo Ferrocarriles Españoles. Con la lectura de sus poemas junto a los de otros poetas celebraremos el viaje desde aquellas oficianas ferroviarias hasta Velintonia, un viaje vital y literario que, a los 40 años de su muerte, será hoy un aldabón más en el proceso de recuperación, para todos de la casa y los jardines en la que durante décadas buscó aposento la poesía española. Y los poetas.
Aquí reproducimos la entrevista de Tijeras y el poema:
VICENTE ALEIXANDRE, DE LA REAL ACADEMIA, HIJO DE UN FERROVIARIO
Vicente Aleixandre nació en Sevilla el año 1898, aunque su filiación sentimental y afectiva corresponde a Málaga, adonde fue llevado por sus padres con un año de edad. Actualmente, Vicente Aleixandre es miembro de la Academia de la Lengua, ha obtenido numerosas distinciones -entre ellas el Premio Nacional de Literatura- y lo más importante es que su obra poética figura en los anales de la cultura como uno de los símbolos representativos y fundamentadores del modo de sentir y decir evolucionados y relativos a generaciones posteriores. Sus libros se leen con fruición en países de Hispanoamérica y han sido traducidos a diversas lenguas. Como bien dice uno de sus principales exégetas, Carlos Bousoño, hay que tener en cuenta a Vicente Aleixandre si se quiere comprender el fenómeno de la lírica contemporánea.
Sus relaciones con el ferrocarril
Según oigo de su propia voz – ha tenido la gentileza de recibirme en su casa de Madrid-, se siente entrañablemente ligado al ferrocarril por varias razones, de entre las cuales destacan dos muy importantes: que su padre, Don Cirilo Aleixandre, fue primero ingeniero-jefe de Vías y Obras en la extinguida Compañía de Andaluces, con residencia en Málaga y, después, agregado de la dirección y miembro del Consejo Superior de Ferrocarriles, desempeñando estos dos últimos cargos en Madrid. El clima un tanto húmedo del Mediterráneo no convenía a su salud. «Como abogado e intendente mercantil», continúa diciéndome el poeta, «yo trabajé hasta 1925 en calidad de agregado a la Dirección General de los Ferrocarriles del Norte, a las órdenes directas del subdirector, don Eduardo Garres. Por entonces era director de la Compañía, don Félix Boix».
Vicente Aleixandre es alto, delgado, todavía ágil y muy afectuoso. El salón, sobriamente amueblado, sumido en la ligera penumbra de un mediodía nublado, está rodeado de libros. Por los visillos del ventanal se ven las ramas peladas de una acacia de copa redonda y un alto cedro que plantó el poeta. Estamos en un chalet de las afueras de Madrid, zona elegante y residencial, bebiendo una copita de jerez.
¿Y cómo se produjo su separación del ferrocarril?
Se me declaró una lesión en el riñón y pasé a la situación de excedente. Cuando ya recuperado pude haber tomado el servicio, se había operado en mí la metamorfosis de la poesía, y entonces me dediqué a ella plenamente. Sin embargo, es curioso que en este aspecto mis primeros escritos no fueran poéticos, sino técnicos o económicos. Yo colaboraba en “Semana Financiera” y en la “Revista de Comunicaciones” allá por los años 1922 o 1923.
¿Recuerda haber dedicado algún poema al ferrocarril?
Sí. Recuerdo uno, precisamente inédito. Lo excluí de mi último libro, En un vasto dominio, por considerar que perdía rápidamente vigencia.
La noticia me produce alegría. Explíqueme por qué lo excluyó.
Veraneo en Miraflores de la Sierra, pueblecito que está en la ruta del proyecto ferrocarril Madrid-Burgos. Existen ya estaciones y vías; pero en un estado melancólico, porque todavía no funcionan y porque crece la hierba entre ellas. Tengo entendido que este ferrocarril lo van a terminar y a inaugurar en breve. Por eso excluí el poema.
Le ruego que me lo dé para Vía Libre y, por supuesto, haré las aclaraciones oportunas. Desde luego y según ha declarado recientemente el ministro de Obras Públicas, se invertirán durante el próximo cuatrienio fuertes cantidades en la conclusión de este ferrocarril. No obstante, su poema ya tiene un grato sabor histórico.
Vicente Aleixandre sonríe y va por una carpeta. Corrige el poema y me lo entrega. Después sigue la conversación por derroteros más intrincados: sentido profundo de su poesía, amigos comunes, etcétera. Todo en él responde al signo de la solidaridad. La primera parte de su obra alude a la solidaridad con el universo cósmico, es decir, un panteísmo erótico en el cual el hombre está representado como una sustancia más que participa del todo. Aquí el poeta se da la mano con la cosmología de los antiguos. En la segunda fase de su creación, Aleixandre pormenoriza la complejidad de este su sentido panteista y hace dos poemas al hombre individualizado, al escarabajo, a los árboles. Como ingredientes básicos de su poesía podemos señalar, pues, el amor y la muerte. También el mar. Así este hombre que tiene los sesenta y seis años más bien llevados del mundo, que habla y se apasiona y dialoga con uno como de igual a igual -don supremo de la inteligencia-, ha plasmado en palabras ya imborrables el misterio del universo, el gozo del amor y de la naturaleza y la sutilmente dolorida fugacidad de nuestras vidas.
Eduardo TIJERAS
EL FERROCARRIL
Por Vicente Aleixandre
Por el camino de Bustarviejo al vallle
aún oculto a los ojos,
corre una senda, súbita calzada,
calle empedrada cuidadosamente.
En medio de los campos finge ciudad, abierta con esfuerzo.
Esta calle se hizo
matando campo, hacia un destino inútil.
¿Qué se ve al fin? Un edificio grande,
vacío. Vidrios quietos. Árboles silenciosos.
Tapias a los dos lados. Y tras ellas carriles.
Son dos vías brillando bajo un sol de justicia,
puestas sobre la grava, y allí listas perdiéndose.
¿Hacia dónde? Hacia nunca. Hacia jamás, sin nadie.
Pero no desde un sueño.
Este ferrocarril que existe, que es tangible, tiene allí un puente vivo.
¿Vivo? Terraplenes profundos. Lecho quieto a las vías,
y hierros que hace años, que hace lustros y décadas
que corren, se aligeran, vuelan, brillan, escapan.
Y aquí están. Hierros muertos, sin que nunca vivieran.
Sin que nunca llevaran en su masa el peso
humano: hombres y frutos, fieles. Costó mucho ponerlos.
Aquí trabajó el hombre. Desde lejos los trajo,
y hendió la roca y abrió el monte, y horadó la montaña,
y tendió el lecho vivo, y subió a las alturas
y descendió a los valles, y aquí
y allí puso algún edificio,
con nombres: “Colmenar”, “Miraflores”, “Buitrago”. Y corrieron carriles
como corren los hierros,
y sufrieron el sol y se lavaron luego bajo las lluvias limpias,
y casi como dos joyas infinitas luciendo,
y surgieron de la entraña de piedra
desvariando, útiles, y humanos. Porque, aún, hijos del hombre.
Pero nunca sirvieron. Avenidas calladas. Soles y agua, y sequía.
Tempestades y fuego, y cosechas cercanas, y más cerca otros hombres.
Pero hierros despiertos, puentes esbeltos, casas, almacenes, cristales,
todo es hoy obra muerta. Y un destino: “Ruina”.
El pueblo lejos oye correr un tren sin vida,
sin destino y sin bulto, y pasa y vuelve. E insiste.
Lleva a nadie y va a nunca. Nadie lo ha visto, y suena.
Y en las noches de niebla la campana retiñe
y alguno oye lejano: “!Viajee…ros,
al tree…n!”
La calzada, callando, firme va cada día
hasta la casa blanca. Estación: “Miraflores”.
Y alguna tarde un niño se pone allí a esperar
lo que nunca ha llegado ni ningún niño ha visto.
El tren fantasma pasa. Sus adioses, continuos.
© DE LA ENTREVISTA: FUNDACIÓN DE LOS FERROCARRILES ESPAÑOLES.
© DEL POEMA: HEREDEROS DE VICENTE ALEIXANDRE.