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Relato | «Abre los ojos», el cuento ganador del premio La Plaza de Poe

por ACESCRITORES
Sebastián Nieves, con solo 14 años,  es el ganador del III CERTAMEN JOVEN DE RELATO “Cuentos y Bestias”, organizado por La Plaza de Poe, con el  relato “Abre los ojos”. El jurado ha dicho del cuento: «Un relato en el que trata el miedo desde el diálogo entre Edgar Allan Poe y sus obsesiones en forma de personajes. Un relato completo, reflexivo y coherente”.  
 
© SEBASTIÁN NIEVES

Ed abrió los ojos. Sabía que todo era un sueño pero no le importaba. Contempló el techo sin mover un dedo mientras trataba de imaginar qué demonios acontecería a continuación. Cuando uno tiene varias pesadillas por semana y siempre sueña con imágenes cuanto menos extrañas, observa el plano onírico con una mezcla de indiferencia y curiosidad. Respiró hondo y cerró los ojos de nuevo, decidido a que, pasaralo que tuviera que pasar, los hechos vinieran a él.
—Es una posición muy cómoda si me permites decirlo— Una voz interrumpió sus pensamientos.
Se incorporó y observó a un gato negro que se lamía suavemente la pata sentado en el alféizar de la ventana.
—¿Disculpe?— Contestó educadamente Ed al animal, al tiempo que le inquietaba si el felino podía leer sus pensamientos.
—Que me parece muy cómodo permanecer ahí tumbado esperando a que ocurra algo como un simple espectador de la vida —reiteró el gato con tono condescendiente.
—¿Y qué te lleva a pensar eso?— Inquirió Ed ahora algo molesto con las acusaciones del gato.
—Bueno, un sueño es una experiencia única, la introspección máxima del ser humano, ¡Y tu decides ignorarla para volver a un mundo de farsa y represión!— El gato hablaba airado mientras se erguía altivamente.

—¿A qué te refieres con represión?— Intervino Ed.
— Cuando uno está despierto, todo lo que ve por desagradable que parezca es real. Allí reside todo lo tangible, todo aquello a lo que podemos aspirar y todo aquello que realmente somos. No puedes acusar a la realidad de ser una farsa cuando tú mismo eres sólo un pensamiento.
El gato lo observó complaciente evaluándolo unos instantes. Después hizo una mueca parecida a una sonrisa y junto a la habitación se desvaneció.
Durante unos segundos Ed se vio envuelto en una total oscuridad. Reflexionó sobre su extraña conversación con el gato. Estaba imbuido en esos pensamientos cuando de pronto una luz surgió de la nada y lo cegó.
Abrió los ojos de nuevo y se encontró en un gran salón con altos muros de piedra y varios candelabros colgando del techo. En las cuatro esquinas de la sala, se alzaban gárgolas que lo observaban hieráticos con ojos de piedra.
—¿Qué hay de irreal en los sueños si puedes oír lo que digo, puedes ver mi figura y puedes tocar mi piel? ¿Acaso sólo por estar en tu imaginación dejo de ser tangible?— La voz parecía salir de todas partes aunque por alguna razón, Ed sabía que procedía de una de las gárgolas (si no de todas).
Ed conocía el lugar. Lo intuía. Podía ser el colegio entre cuyos muros solía recibir los correspondientes sermones sobre geometría y cultura clásica. Podía ser un castillo como los de los decorados en los que había visto actuar a su madre en el pasado. De cualquier manera le era familiar.
—¿Crees que es más real aquello que te cuentan que aquello que imaginas?
—Insistía la gárgola— No son más que palabras, tan vacías como las que oyes ahora. ¿De verdad eres más libre entre estos muros que dentro de tu mente? Solamente en los sueños somos realmente libres. Sólo soñando se muestra completa nuestra realidad –Añadió la voz áspera.
Ed oyó un ruido a su espalda y vio cómo una de las gárgolas había saltado y aterrizado justo detrás de él. Se desplazaba muy lentamente haciendo crujir su cuerpo rocoso a cada paso. Su boca no se movía pero Ed continuaba escuchando la voz cuyo extraño eco no se había alterado un ápice
—¿Cómo sabes que hay más realidad afuera que dentro de ti? No haces más que danzar en una mascarada constante. Negándote, encerrándote, convenciéndote de que rehúyes las pesadillas cuando el verdadero horror está fuera— sentenció la gárgola.
—Primero un gato me sermonea y ahora tú me acusas de huir de mis pesadillas.
Que yo sepa, estoy aquí, esperando a que pase la noche. Temiendo que en cualquier momento, algún ser aparezca y me haga despertarme gritando una vez más— Replicó Ed harto de que cualquiera se permitiera cuestionarle de aquel modo.
—El miedo es natural en los humanos— Respondió la gárgola sin inmutarse— Es aquello que os mantiene vivos.
—Pero no deseo vivir con miedo— Ed comenzaba a exasperarse— Deseo poder dormir tranquilo y pasar el día sin tener miedo de la noche. Sólo pido ir a la cama sin vuestra insolente compañía.
—Entonces deberías hacer algo al respecto— Respondió la gárgola mientras hacía un gesto torpe para que le siguiera.
La gárgola guió a Ed, visiblemente agotado, a través de la puerta de la sala que se cerró ruidosamente tras de él. Ed se vio ahora en medio de una calle llena de humo y suciedad. Una espesa niebla lo cubría todo moviéndose lentamente a lo largo de la calle.
Al aproximarse, pudo percatarse de que la niebla eran en realidad siluetas de personas arrastrándose en una danza lúgubre por las calles. Como enajenadas deambulaban sin mirarse, sin tocarse, en una suerte de extravío inquietante.
—Están perdidas en su miedo— dijo con dureza una voz que no supo reconocer—. Temen por sus bienes y su dinero, temen por sus familias, temen por la opinión del resto, temen a su propio temor. Es el miedo lo que nos encierra y ensimisma. Y es el propio miedo el que puede liberarnos.
La gárgola había desaparecido pero Ed pudo identificar la figura de un cuervo que le miraba inquisidor, posado en la única farola que arrojaba algo de luz sobre la oscura avenida. Ed ya se iba acostumbrando a las extrañas transformaciones que le acompañaban noche tras noche desde hacía tiempo.
—Para ellos es demasiado tarde— Continuó el cuervo— Son culpables de su propia desgracia.
—¿A eso se refería el gato?— Preguntó Ed— ¿No podemos enfrentar la realidad sin abrazar aquello que nos perturba?
—Lo has entendido— afirmó el gato que apareció súbitamente y, sibilino, se lamió una pata.
— Podrías contar lo que has visto y oído— Sugirió el cuervo— Demostrar que hasta los más oscuros pensamientos pueden ser el farol que disipa su propia oscuridad.
— Sería una buena historia— advirtió el gato sonriendo—.
Y Edgar cerró los ojos sin saber si seguía soñando o no.

 

NOTA AUTOBIOGRÁFICA DE SEBASTIÁN NIEVES
Nací en Madrid, en el año 2003. Estudié hasta los 8 años en el colegio Waldorf de Aravaca y después me trasladé al Colegio Príncipe de Asturias donde terminé la primaria. Durante ese tiempo pasé de mi pasión por la lectura a empezar a escribir mis propios relatos, y en el año 2013 gané el primer premio de la categoría quinto de primaria del XXXII Certamen Antonio Robles de la Comunidad de Madrid, por el relato «Hacia las Nubes». Hasta  hoy curso en el I.E.S. Rosa Chacel de Colmenar Viejo donde he obtenido el premio por el concurso «Microrrelatos Cervantinos» y donde resulté ganador en las categorías de Poesía y Microrrelato del Certamen Literario Anual I.E.S. Rosa Chacel 2017. También resulté finalista en el concurso de cortometrajes por la igualdad de género de la Universidad Complutense. Al mismo tiempo he compaginado con los estudios dos años de taller literario en la biblioteca municipal y un año de clases de Cine en el Instituto, así como mis aficiones por la lectura, el cine y los Scouts.
En octubre de 2017 y hasta mayo de 2018,  comienzo a formarme en escritura y edición con la escritora Eva Losada Casanova en CASA DEL LECTOR, gracias a la beca que he ganado.

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